Tutankhamon
- acueval83
- 27 may 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 feb 2024
Supiste de mi existencia
y fantaseabas
por las tapias de luz
hacia un brazo de mar
que penetra
en el desierto.
Te recreabas
en el curso del agua
como en un viejo libro
que navega,
como en un calendario
que florece y aguijonea
el limo de las cosechas,
como en una rama de aurora
que viene y pasa.
Unas garzas, alegres,
conmemoraban ya otro paisaje y
se adornaban
con los ropajes del papiro.
Eras parte del canto
de las lavanderas
reconquistando
el suspiro de la tarde y
seguías el camino de las gentes,
que construyen hogares
y luego tumbas y,
después, palacios.
También pululabas
entre capataces y
multitudes obedientes
celebrando jubileos reales
(se degradaban los sentidos
y rodaban, remedando,
en círculos de sombra,
la realidad).
Y, de repente, concebiste
la imagen del cielo.
¿Cómo sería caminar
conmigo
bajo un aura dorada
de madera y poder eterno?
Decidiste asediar
mi morada viviente,
abrirle la boca y emanar
el nudo sexual de tu voz,
que huele a nardo.
Desentrañabas una a una,
las fórmulas mágicas
de un jeroglífico
(relatos de viajes del sol
a través del inframundo
con Isis y Neftis
extendiendo
sus brazos de plumas
en señal de salvaguardia).
Quisiste entender que
las estelas, bajorrelieves
y arquitrabes
representaban
algo más que
la ostentación y el lujo
de un faraón.
Poco a poco,
fuiste descubriendo
cómo una máscara
tras otra y otra…
me protegían y ocultaban
de la mirada humana.
¿Qué esperabas encontrar
tras tanto tiempo?
Yo sé que lo esperabas todo:
la curvatura unánime
que rige a cuerpos y horizontes,
arcos de cejas
con ojos almendrados,
un rostro alargado y grácil y unos
labios carnosos
donde el deseo anidara
sin preguntas.
Tan sólo hallaste
mi oquedad,
un despojo temeroso
de un final inoportuno,
destruido
por resinas vegetales.
Pero eso nunca te importó,
sabedora de la transcendencia
de tu hallazgo.
Porque cuando tu imaginación
despliega las alas,
incluso la piedra más dura,
recupera su sonrisa.

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