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Sinfonía de viento matricial

  • Foto del escritor: acueval83
    acueval83
  • 19 ago
  • 1 Min. de lectura

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I

En la penumbra primera,

cuando el cuerpo se abre como partitura cansada,

surge un soplo —mínima flauta de sombra—,

un resuello de la carne que inaugura

la obertura secreta de lo íntimo.

Todo empieza ahí, en el rumor de un aire menor

que la moral nunca quiso escuchar.


II

Un viento menor recorre la casa,

se cuela por las sábanas

como quien entra en un café de pueblo

y pide monedas fiadas.

Rueda como un oboe risueño,

sin pedir perdón ni permiso,

solo aire, carcajada,

y la certeza de que la seriedad del mundo

acaba siempre derrotada en la cama.


III

Se suman clarinetes de carne,

violines secretos,

tímpanos de risa,

y hasta una trompeta descarada,

porque la vulva —caja de música,

teatro de sombras, órgano mayor—

es también la risa del cosmos

en la madrugada urbana.


IV

El silencio se interrumpe.

No hay pudor en la orquesta,

solo un júbilo de piel y respiración,

con todas sus fugas y extravíos,

ese desorden que la vida necesita

para no asfixiarse en la compostura.

La vergüenza es un invento

de quienes nunca escucharon el cuerpo

desafinar con gracia.


V

Sinfonía de viento matricial:

pequeño himno del azar,

coro imprevisto de lo humano,

música que baja de la cama

a la calle,

y que luego se disuelve, como el humo,

entre noticias y madrugadas.

La melodía más sincera

es la que escapa del cuerpo,

cuando ya no cabe el aire

y la vida se nos ríe en la cara.

 
 
 

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