La entrevista que nunca se publicó
- acueval83
- 30 jul 2023
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 2 feb 2024
Entrevista Express para escritores/escritoras de la FILBo 2023 (Nacionales / Internacionales) AUTOR: ALBERTO CUEVA LOBELLE LIBRO: MONUMENTO AL OLVIDO —¿Si tuviera que describir su libro en una frase cuál sería? Monumento al Olvido es un libro inteligente de poesía; más allá del ternurismo, la purpurina y el mero desahogo personal. —¿Cómo se convirtió en escritor/escritora? ¿Alguna anécdota? En primer lugar, habría que preguntarse qué es ser escritor. Escribo desde que tenía dieciocho años, pero no me decidí a publicar ningún texto literario hasta que no tuve cuarenta y cinco. Quizás haya influido una educación muy estricta que me ha llevado a la autoexigencia. Esa es la razón por la cual mi prioridad fue abrirme un camino en el mundo académico antes de empezar a publicar poesía. Mi anécdota es que fui muy feliz escribiendo una tesis doctoral sobre un autor al cual detesto: Fernando Vallejo. En ese proceso de escritura sentí que los lectores en lengua española se merecían algo mejor que aquello.
—¿Cuál fue el motivo (hecho, anécdota) que desencadenó la escritura de este libro? No existe una anécdota desencadenante. Vengo de una tradición de filólogos-poetas o de poetas-filólogos. Me refiero a mis profesores, mentores y autores de referencia en la Universidad de Oviedo en España. Algunos con obras literarias publicadas como Xulio Viejo, Aurelio Ovies, José Luis García Martín o Emilio Alarcos Llorach; otros, con mucha poesía escondida en sus tratados de lingüística y gramática (pienso ahora en académicos como Enrique del Teso, Salvador Gutiérrez Ordóñez o Eugenio Coseriu). Para mí, la escritura de este libro de poemas y de otro que ya está casi en proceso de publicación es un último peldaño tras un largo proceso de formación. —¿En estos momentos, de pandemia y cambio climático, de fanatismos y adicción a las redes sociales, para qué cree que sirven leer libros? ¿Sirve de algo leer libros hoy en día? La misma pregunta lo responde. El contacto en el día a día con muchas personas de nuestro entorno delata que existe un claro déficit de humanismo entendido como autoconocimiento del ser humano. El pensamiento que nos aporta el diálogo con los libros nos ayuda a convivir con nosotros mismos. Y eso es la clave para evitar conflictos absurdos con nuestros semejantes. —¿Por qué los libros son un refugio? Comparto esa afirmación. Yo tengo varios libros en mi mesita de noche desde hace varios años y nunca los aparto de ahí. Y sí, a uno lo acompañan sin prisa y sin pausa. Articulan el destino, añaden argumento a los días, hacen rotar el eje de las horas, estructuran la conciencia, conforman una morada de tipografía y obstinación. A veces me pregunto por qué me aferro tanto a esa sustancia de papel, no sé si me limita o me abre nuevos horizontes. No sé si me aportan algo esos libros o simplemente rescatan algo que se me había perdido bien adentro. Pero, básicamente, estoy de acuerdo. Un buen libro es un refugio, a mí me resguarda de vientos e intemperie. —¿Cuál fue el principal desafío para lograr este libro y cómo lo superó? El género poético genera mucha indiferencia. Resulta muy difícil encontrar buenos lectores. Muchas veces afirmo, aparentemente en broma, que es más fácil encontrar gente enamorada de uno que buenos lectores. Eso puede desanimar. El principal desafío es lograr la convicción de que uno puede componer algo que sume y merezca, verdaderamente, la pena. —Podría describir cuál es su rutina para escribir, ¿con qué regularidad (a diario o no), qué hora prefiere para hacerlo, con qué se acompaña (música, una bebida, etc), cuánto tiempo le dedica? ¿Tiene algún ritual o manía distintiva al momento de escribir? Me gusta escribir con música enérgica. Debe ser música instrumental, o al menos una música con una letra incomprensible para mí. La música me proporciona un ánimo y un sentido del ritmo. También la labor de los músicos me proporciona una suerte de envidia sana, es como si me dijera a mí mismo: “Yo ya no voy a ser un músico, pero debo intentar ser como uno de ellos, debo añadir algo a mi vida”. En cuanto a distintos momentos del día, cada uno posee sus dones. La tranquilidad de la noche es buena para comenzar un escrito y la frescura de la mañana es inmejorable para terminarlo. Han existido tardes de aburrimiento muy fructíferas. Recuerdo tardes en las que escribí poemas que han gusto mucho como “Himno a Bogotá” o “Universo 25”. Cuando escribí “Hovik Keuchkerian” empecé por la mañana y el proceso duró hasta la noche, cuando terminé me sentía totalmente destruido. Alguien me dijo que esa lucha y el agotamiento final se sentían en la lectura. —¿Qué opina de las IA (Inteligencia Aritficial) y el auge que tienen actualmente? ¿Cómo podrían afectar la literatura? Mi actitud es de bastante indolencia respecto a este fenómeno al día de hoy. Pienso en la diferencia entre el escritor que hoy en día dispone de internet en sus manos y uno de antes. Creo que en la actualidad muchas personas desdeñan el valor que se guarda entre el polvo de las bibliotecas. —¿Cuáles son los escritores que más valora de Colombia, y por qué? Gabriel García Márquez nos encanta a muchas personas que hemos nacido fuera de Colombia. Más allá de sus calidades e innovaciones, a los extranjeros nos resulta muy enigmático. Nicolás Gómez Dávila con toda su incorrección política y sus sucintos textos nada correctos políticamente me parece de lo más honesto, inteligente y elegante que se puede leer en la literatura universal. Rescato aquí a José Eustasio Rivera porque sus novelas guardan un lirismo del que puedo aprender y alimentar mis escritos. Y María Mercedes Carranza para mí tiene un lugar especial porque su visión de la poesía es muy cercana a la mía. —¿Cómo lo políticamente correcto influye en usted a la hora de escribir? ¿O es completamente libre en su creación? A pesar de que estoy situado ideológicamente en la izquierda, soy políticamente incorrecto. Me gusta mucho fustigar a mis lectores en los poemas. La lectura es un lugar para que nosotros nos cuestionemos y para que mantengamos un diálogo interior. La cultura de la cancelación y el discurso de los buenos sentimientos aportan poco al humanismo. —¿Cómo escritor cuál es su miedo más recurrente? Lo que más miedo me da es dejar de disfrutar de los procesos de lectura y escritura por el hecho de dedicarme a figurar como escritor. He conocido varios autores que para mí son un contraejemplo en este sentido. Sé que la vanidad mal entendida resulta una tentación y siento que debo vigilarme a mí mismo para no ser como ellos. Debo esforzarme en el día a día por componer algo que merezca la pena, por algo que tenga cierta durabilidad. —¿Cuál es la mayor satisfacción que le ha dado un libro, propio o de otro? Ha habido momentos de dicha cuando he leído tratados de filosofía, memorias y diarios. Me han dado una serenidad, un entendimiento y una forma de estar en el mundo. —¿Cómo lector qué detesta y aprecia más de un libro? Odio los libros que me subestiman como lector. El discurso de los buenos sentimientos y la superioridad moral del sujeto enunciativo son detectores rápidos de la mala literatura. —A propósito de la FILBo, ¿por qué conocer a un escritor más allá de sus libros? No necesariamente hay que conocer al escritor más allá de sus libros, algunos nos pueden decepcionar. No obstante, algunos autores cuando realizan exégesis y explicaciones de sus creaciones nos pueden dotar de una clara motivación para leerlos, nos tienden pasarelas entre su mundo y el nuestro. Y eso hay que agradecerlo. Leer no es tan fácil como muchos creen, incluso yo he llegado a pensar en que leer es lo último que se aprende en la vida. —¿A qué presentación de otro autor piensa asistir? Siempre que puedo, asisto a las presentaciones del profesor Juan Moreno Blanco de Univalle. Aprendo mucho de él y de su sentido crítico de la literatura y la historia. —¿Qué libro o libros se llevará de esta feria? He comprado dos libros recopilatorios con las obras de Pierre Loti. Es un autor que fue muy leído en su época pero que ya no cuenta para los académicos. Hace muchos años que lo estudios culturales lo encasillaron dentro de esa corriente llamada “Orientalismo”. No obstante, para mí, su obra posee unas descripciones liricas portentosos. Los estoy disfrutando una barbaridad. La única crítica que le podría hacer a este autor es que su voz resulta muy pobre en cuanto a la formulación de las ideas. No importa, para eso hay otros libros. —¿Es de los que rayan los libros y escriben notas al margen, o de los que leen sin alterarlos? ¿Cómo defendería su posición? Por lo general, no suelo rayar los libros. Es sólo una manía. Tuve un director de tesis que me regañaba por no hacerlo. Me decía que para eso eran los libros. De todos modos, hay algunas excepciones. Hay libros donde he aprovechado las últimas páginas en blanco para realizar alguna anotación a modo de recuerdo. —¿Qué libro le hubiera gustado escribir y por qué? Hay tantos... Hay proyectos de los que se puede hablar porque son más factibles. Un libro de gramática descriptiva del español hablado en Colombia y Latinoamérica sería uno de ellos. Sería un libro a medio camino entre el rigor académico, sin llegar al extremo de las exigencias absurdas impuestas Colciencias; y la cordialidad de la divulgación, sin a llegar cierto tipo de condescendencia con el lector que a mí me parece bastante burda. —¿Cuál es el autor que más relee y por qué? No sabría quedarme con uno solo. Digamos… Emile Cioran. Sus textos guardan una adecuada proporción entre las ideas, el lirismo, el pesimismo y el sentido del humor. —Su cita preferida de ese autor… “La época dorada del género epistolar se produjo en el siglo XVIII. La paradoja es que su decadencia llegó con la popularización del correo. Pronostico un futuro en el cual los envíos postales contengan únicamente telegramas y plegarias.” —¿Cuál es el libro que recomendaría leer lo antes posible si no lo han hecho? Eso no es fácil de contestar porque es algo que va de acuerdo al nivel de formación y a los intereses de cada persona, pero me voy a mojar. Notas de Nicolás Gómez Dávila. —¿Ahora mismo qué autor de su país recomendaría y por qué? Recomiendo la obra de Francisco Umbral. Su obra es portentosa y siempre se aprende de su escritura. Es un autor que fue muy exitoso y polémico. Aquí en Colombia ha caído en el olvido. Podría ser una gran revelación para lectores sensibles y exigentes. —¿Qué imagen de Bogotá (o de la FILBo) se llevará en su memoria? Creo que mi imagen de esta FILBO será la de numerosas personas conocidas y desconocidas escuchando mis poemas en el Stand de Cali es cultura popular. —¿Quién es su héroe favorito en la ficción? Odiseo es todo un modelo de vida para las personas que hemos emigrado desde nuestros lugares de origen. —¿Y en la vida real? La existencia de muchas personas está plagada de hazañas asombrosas. Quiero mencionar al poeta Eladio Cabañero. Cuando él tenía nueve años fusilaron a su padre por su activismo social. En ese momento tuvo que dejar la escuela y trabajar como albañil. Nunca pudo acceder a los estudios ni al mundo académico. No obstante, él construyó toda una obra lírica que aún se recuerda. Cuando uno lee sus poemas, se puede experimentar una vitalidad muy particular de los paisajes de La Mancha.

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